*Parentalidad
Gaudi Rodríguez Juárez
Niños resilientes
Viernes, 03 de Junio de 2011
Recientemente tuve la fortuna de asistir a un curso impartido por el neuropsiquiatra y etólogo francés, Boris Cyrulnik, en Guadalajara. Para las personas interesadas en el tema de la resiliencia, escucharlo resulta una experiencia altamente enriquecedora, gratificante y conmovedora porque transmite ciencia y vida. Sus aportes acerca de la capacidad que posee el ser humano para sobreponerse a las situaciones dolorosas y adversas de la vida han contribuido de manera importante a la comprensión del trauma y del sufrimiento humano.
Cuando pensé que no habría cosa que pudiera entusiasmarme y conmoverme más, la sorpresa llegó con rostro de niño: al término de la jornada académica, caminaba con una amiga por la plaza de aquella ciudad. De pronto, frente a Catedral se comenzaron a escuchar unos "tamborazos" y "trompetazos" irregulares que salían de los "instrumentos" de seis niños de entre 6 y 12 ó 13 años de edad; los "instrumentos" consistían en botes que hacían las veces de tambor, tarola y bombo, así como mangueras de distintos calibres que en el extremo conectaban con fondos de botella de plástico de 2 litros para las "trompetas" y de botellón de agua de 20 litros para la "tuba".
Después de colocar los instrumentos en el sitio preciso y "afinarlos", la función comenzó. Mientras los veía y escuchaba, me sentí conmovido al tener frente a mí semejantes oxímoros: niños trabajando jugando; protagonismo invisible infantil; niños pobres pero con riqueza interna…
Ejemplo y lección de resiliencia más didáctica no podría haber recibido. La pobreza y carencia de estos niños se evidenciaba en su ropa desgastada y en su piel y cabellos resecos; aún así, lo que predominaba en el escenario no era esto, sino el entusiasmo, movimiento, alegría, creatividad, ritmo, coordinación y liderazgo compartido: el más chico proponía los pasos en el acto, el de su izquierda corregía la letra de la canción al vuelo, el de su derecha bailaba con aplomo, mientras que el del bombo y el de la tuba proporcionaban la base musical para que el de la tarola se luciera con sus improvisaciones.
"Estos niños están vacunados contra los traumas, no gracias a los adultos, sino a pesar de ellos", pensé automáticamente, "porque cuentan con recursos y habilidades para expresar, construir y crear en la carencia".
En menos de diez minutos habían recibido una buena cantidad de monedas. Entonces las preguntas me asaltaron: ¿Qué hacen con el dinero que reciben? ¿Vendrán por su cuenta o tienen algún "promotor"? ¿Oliver Twist? ¿Van a la escuela?
Estos son niños con talento, creatividad y protagonismo. Ojalá no caiga en manos de explotadores, ni de televisoras que los domingos por la noche quieren hacer gigantes a los pequeños ponién-dolos a imitar algunas sandeces de los adultos con la aprobación de sus padres.
Por cierto, ¿que las primeras frases que una niña está aprendido a pronunciar y recitar en cadena nacional sean: "¡Qué- pase el desgraciado!", "Soy Telesa…", no raya en la negligencia educativa? ¿Por qué la gente ríe ante tales expresiones infantiles? ¿Por qué les robamos la infancia de esta manera? ¿Por qué lucramos de forma grotesca con los niños y niñas de nuestra época? ¿Por qué no vemos lo delicado del asunto?
Aún son muchos los niños y niñas que siguen esperando educación pertinente, formación eficiente, atención suficiente, trato respetuoso, protección adecuada, modelos responsables, nutricios e inteligentes; adultos sapientes; comunidades resilientes… ¿Hasta cuándo?
gaudirj@hotmail.com