Muchas veces se pasa por alto el hecho de que el personal involucrado en las labores de auxilio a la población –rescatistas, paramédicos, enfermeras, médicos, psicólogos, protección civil y coordinadores operativos y de logística y voluntarios- viven circunstancias suigéneris por su naturaleza, impresión y circuntancias particulares. El impacto emocional a causa de las labores de auxilio y rescate pueden obstaculizar el trabajo apremiante en esos momentos, sobre todo porque, generalmente, el personal que apoya el operativo también es víctima del desastre, pero por su condición debe ayudar a otros.
La situación que se vivió en Hiroshima con la explosiones atómicas ejemplifica lo señalado; de los 150 médicos que había en la ciudad, sólo 30 sobrevivieron y de las 1780 enfermeras sólo quedaron 126 (Richstmeier & Miller, 1989), bajo esas circunstancias tuvieron que atender a la población más afectada, aunque muchos no lo pudieron hacer, no se sentían emocionalmente repuestos como para ayudar a otros.
Los profesionales y voluntarios comprometidos con estas acciones, necesitan un espacio emocional para “liberarse” y expresarse en este sentido, necesitan hablar sobre lo sucedido, sobre su experiencia vivida y sobre lo que piensan, sienten y hacen a raíz del evento. Döring (1987) relata la forma en que un grupo de brigadistas cayó en crisis y requirió de asesoría psicológica para superarla.
Las emergencias psicosociales son situaciones de que ponen al individuo en alertamiento respecto a sus funciones sociales y psicológicas, tal reacción puede aprovecharse positivamente para facilitar la descarga de estrés, y promover un desahogo personal que permita potencializar el trabajo realizado en momentos tensionantes.
Parte de estos argumentos se trabajarán de manera dinámica en la CONFERENCIA de JORGE MONTOYA este viernes 28 de noviembre de 18 a 19 hr, en En el Centro Cultural Sor Juana Ines de la Cruz, calle Porfirio Diaz esq Guerrero Col Tlalnepantla Centro, informes Dra. Irma Sonia Ventura Flores 5390 6548