Para la mayoría de los especialistas la resiliencia está fundada en los factores de protección tanto personales, familiares como comunitarios; éstos se aprenden y se consolidad con la interacción diaria y con base en la cosmovisión de cada individuo. A lo anterior hay que sumar que en todas las culturas la sincronia con el universo se establece a través de los cuatro elementos universales: agua, tierra, aire y viento (o madera), la perfecta unión la dá el quinto elemento natural del ser humano: el amor.
El amor como factor resiliente se centra en el potencial para dar y recibir afecto, emociones y sentimientos. Somo seres afectivos por naturaleza, y crecemos deseando el bien a los demás y a uno mismo. Cuando se presenta una adversidad es normal sentir miedo o angustia porque nuestros afectos se tambalean, porque nuestros afectos se ponen en riesgo, porque nos imaginamos que sería de nuestra vida sin ellos.
Buscamos la manera de reestablecer el orden afectivo, porque sino ¿qué interés tendría la vida?, sin nuestros afectos. Una muestra de amor es un abrazo, una palabra, una sonrisa, un "lo siento", un apapacho, un "estoy contigo", un "te quiero bien", una carta, un favor, una pausa en las tensiones, una mirada sincera, un "te quiero Mucho", un "te amo", son el principio de la construcción de nuestra catedral afectiva.
Como lo dijo Gandhi, cuando uno de sus afectos se despedía "estés donde estés, recuerda que siempre estarás en mi corazón"
Les comparto estos dos videos: el primero una historia de amor en miniatura y el segundo de Tim Guenard que venció al odio al encontrar el quinto elemento: el amor